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Entre la frontera francesa y el cabo de Creus se extiende Ampurdán, región catalana conocida por su belleza y por haber mecido a artistas como Dalí entre los brazos del viento Tramontana. Aunque sus costas son dignas de alabanza, hoy nos adentramos en el interior de la comarca alta para descubrir el proyecto de interiorismo llevado a cabo en una masía tradicional catalana. Exteriormente, la vivienda que vamos a visitar cumple todas las características de la arquitectura vernácula y rural del lugar. Interiormente, el diseño encuentra un equilibrio entre la sencillez contamporánea y la calidez de lo rústico.
En uno de esos pueblos tranquilos y rurales donde parece que el tiempo se haya parado, encontramos una gran Masía rodeada de historia. Su origen debe ser lejano, o eso indican los largos brazos de la hiedra y las manchas y arrugas de sus fachadas: muros de piedra envejecidos por el tiempo. Nada nos indica que en su interior nos espera un paisaje diferente, quizá todo lo contrario si nos fijamos en la pintoresca imagen de la puerta de entrada.
En planta baja encontramos el programa público de la vivienda. Los espacios son amplios y es el propio mobiliario el encargado de zonificar los diferentes ambientes que se crean. La sensación aquí es cálida y tranquila, gracias a la iluminación de tonos anaranjados, la paleta de colores crema y el estilo clásico de los objetos. Si viendo la imagen de antes nos hubiéramos imaginado un ambiente mucho más rudimentario, aquí se ha encontrado la elegancia sin dar la espalda a lo rural, como apreciamos en detalles como el pavimento cerámico o la construcción del forjado.
Una de los lugares más fascinantes de la masía es este. Bajo un techo abovedado se ha montado una sala de ocio diferente en una auténtica cueva. La piedra no solo acentúa la fría sensación que sentimos en este espacio, la iluminación ténue y puntual aporta una nota bucólica a la sala de billar de la masía.
El dormitorio se encuentra en la parte interior de la masía y tiene vistas sobre el jardín privado de la casa rural a través de varias ventanas de arcos apuntados. Estos huecos de estilo mozárabe no solo posibilitan interiores muy luminosos, también crean un original contraste en las fachadas. Aquí, el pavimento de madera combina a la perfección con las viguetas del tejado. Volvemos a encontrar un ambiente cálido, relajado y asociado a lo rústico, donde se ha encontrado la medida exacta para la elegancia.
En la parte trasera de la vivienda se ha incorporado un porche abierto para poder disfrutar del exterior de una manera protegida. Aquí, sobre una tarima de madera se han dado forma a un salón y un comedor de verano donde la sombra y la brisa están asegurados. El jardín es extenso y tras un muro de setos esconde una sorpresa.
La piscina se encuentra en la zona más escondida de la parcela. Está rodeada de madera, solución que facilita y hace más cómoda su utilización.
